sábado, 16 de abril de 2011

El día que nos conocimos.

Las conversaciones con personas que no conocía de nada la excitaban. Procuraba ser original. Sabía que ese era el punto principal. Sacar lo cotidiano del escenario y dar protagonismo a lo diferente.
Así había llenado cada sábado su habitación de corbatas caídas por el suelo, manchas de sudor en las paredes, camas deshechas, sabanas empapadas….
En su colchón habitaban falsas promesas, insultos excitantes y gemidos que chocaban contra las cuatro paredes amarillentas de aquel cuarto muerto de sentimientos.
Hasta que llegó él. 
Cuando salió de su casa aquel día, no solo llevaba en el bolsillo 5 orgasmos y 3 horas de ejercicio físico continuado…
También había, escondido y sin saberlo, entre su ropa… un trocito de su alma con olor al champagne de la noche anterior.